Nuestro viaje a los Castelli Romani y Tívoli
El objetivo de este pequeño viaje era visitar los Castelli Romani. Como primera parada elegimos Castel Gandolfo y paramos a visitar el Palazzo Pontificio (residencia vacacional del Papa) y los Giardino Barberini (jardines de la Villa Barberini) que bien merecen una visita.
Vistas de los Giardino Barberini (jardines Barberini), que se pueden visitar junto al Palazzo Pontificio en Castel Gandolfo.
Continuamos el día dando un paseo por Castel Gandolfo para después ir a comer al pueblo de Ariccia, en una de las tradicionales fraschettas (Antico Grottino).
Las animadas calles de Castel Gandolfo.
Al día siguiente nos acercamos a Tívoli para visitar sus famosas villas. En primer lugar, visitamos la Villa Adriana, donde se pueden visitar los restos de la que debió de ser una magnífica villa construida en el siglo II.
Ruinas y estanques aún conservados en la Villa Adriana.
Tras comer en Tívoli para coger fuerzas, nos dirigimos a la Villa d’Este, donde se dice que parte de las riquezas que expone fueron obtenidas tras saqueos en la Villa Adriana. Esta villa, totalmente distinta a la anterior, es un palacio del siglo XVI con unos jardines espectaculares.
Vistas a los alrededores de Tívoli desde la Villa d’Este.
Nuestro último día decidimos explorar otras joyas de los Castelli Romani: Nemi, Genzano di Roma y el museo de las naves romanas, antiguas embarcaciones construidas por Nerón que se hundieron en el lago di Nemi y permanecieron sumergidas hasta hace pocos años.
En el pueblo de Nemi se pueden degustar sus famosas fresas, de tamaño muy pequeños y dulces, así como otras bayas que se cultivan en el microclima del lago.
Vistas al Lago di Nemi o especulo de Diana (espejo de Diana). El pueblo de Nemi junto al lago di Nemi.
Fuente de cabeza de medusa en el pueblo de Nemi.
Finalizamos el día visitando el pueblo de Frascati, donde nos alojábamos. En la foto podéis ver nuestro hotel: Hotel Villa Tuscolana. Es una antigua villa palaciega muy bien cuidada y con mucho encanto.
Nuestro hotel en Frascati, el Hotel Villa Tuscolana, era como un palacio de cuento de hadas.
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